La Criatura

 El pasado diecisiete de marzo inauguraba sección en el blog titulada "Personajes", con una entrada dedicada al personaje que da nombre al blog, el señor Leland Gaunt, protagonista de la novela "La Tienda" del escritor estadounidense Stephen King.

Comentaba, en esa primera entrada (a la que podéis acudir "pinchando" en el enlace), que en dicha sección irían apareciendo personajes que, después de la lectura de la obra correspondiente, me hayan dejado huella, un grato recuerdo imperecedero; es decir, que me hayan gustado tanto como para tener el honor de conseguir un lugar en este mi "Salón de la Fama" personal.

En esta ocasión la entrada está dedicada a un personaje que denominaré La Criatura, porque, siendo un caso excepcional, o casi, en la historia de la literatura universal, desconozco si habrá algún caso más, es un personaje protagonista que...¡no tiene nombre propio!

En la novela donde aparece se le tacha, así es nombrado por el otro protagonista principal, como demonio o monstruo, nada más. De hecho, la novela en cuestión lleva por título el apellido de éste segundo protagonista.

A estas alturas ya habréis adivinado que estoy hablando de la maravillosa novela Frankenstein o el moderno Prometeo, de la escritora británica Mary Shelley, publicada en 1818.

Como decía, Frankenstein, como es más conocida la novela, popularmente, es el apellido del científico que crea a la criatura. Sin embargo, la cultura popular y la tradición establecida con el paso del tiempo, ha asociado el nombre de Frankenstein a la propia criatura. Si ésta aparece en alguna imagen, serie televisiva o película, inmediatamente se dice...¡ahí está Frankenstein!



La Criatura es abandonada por su creador desde el mismo momento en que finaliza el experimento, es decir, desde el primer minuto de su creación, debido a la fealdad de los resultados conseguidos y la repugnancia que ésta provoca en su creador.

Nada más tener conciencia de si mismo, de su nacimiento podríamos decir, la criatura se encuentra desamparada, huérfana, arrojada a una sociedad que no solo no conoce y donde va a tener que aprender a sobrevivir como pueda, sino que ésta misma sociedad lo va a rechazar de plano debido a sus grotescas características físicas, que provocarán miedo y terror allá por donde vaya.

Sin embargo, la criatura no es un ser malvado, no es ningún monstruo o demonio como le llama constantemente su creador, no pretende causar miedo o terror con su presencia, todo lo contrario.

Es un ser bueno, tremendamente falto de afecto y cariño, que solamente desea ser aceptado en la sociedad como uno más, con independencia de sus características físicas, pero que enseguida caerá sobre él el manto de la incomprensión y la tristeza cuando sea consciente de que sus anhelos nunca podrán ser alcanzados.

Es cierto que, a lo largo de la obra, llega a cometer actos deleznables, malas acciones, que consiguen dar la razón a aquellos que le temen, que le persiguen, que les gustaría acabar con él. Pero son actos de venganza o de ira, unos sentimientos que no formaban parte de él mismo cuando fue creado, producto de, por un lado, esa falta de aceptación por parte de la sociedad y, por otro, por las constantes negativas que su creador le da como respuesta a sus proposiciones para alejarse de la sociedad y no molestar jamás.



Por lo tanto, podríamos decir que La Criatura es la víctima en ésta obra, él no había pedido venir, no había pedido nacer, fue el resultado de un capricho científico de su creador, el cual, una vez comprobó que no estaba satisfecho con el resultado final, lo abandonó a su suerte como se abandona, en la actualidad, un perro en una gasolinera.

Un pasaje de la novela donde se muestra, de una manera clara y meridiana, la bondad que inunda la personalidad de La Criatura, que resulta de una ternura extraordinaria, es el tiempo que éste pasa escondido en un pequeño tugurio, como él lo llama, una guarida situada junto a una modesta casita de campesinos.

La familia que vive en la modesta vivienda está compuesta por un anciano ciego y dos jóvenes, chica y chico, que son sus hijos. La Criatura pasará varias semanas observándolos sin ser visto, descubriendo que son unas personas encantadoras, aprendiendo sus usos y costumbres. Tanto es así que, incluso, a fuerza de observarlos y, sobre todo, escucharlos, aprenderá, poco a poco, a hablar, repitiendo los sonidos y palabras que escucha.

"De manera paulatina hice un descubrimiento más trascendente todavía. Averigüé  que aquellas personas poseían un método para comunicarse mutuamente sus experiencias y sentimientos por medio de sonidos articulados. Percibí que las palabras que emitían producían en la mente y y el semblante de los oyentes placer o dolor; ora sonrisas, ora tristeza. Aquélla era, en verdad, una ciencia divina, y sentí vivos deseos de aprenderla."

La Criatura pasa sus mejores momentos, en toda la novela, viviendo junto a esa familia, aunque no tenga un contacto directo con ellos. Sigue aprendiendo con sus observaciones, les ayuda de manera secreta en ciertas tareas, como la búsqueda de leña en el bosque, por ejemplo, la cual los jóvenes se encontrarán recogida y apilada junto a la casita. En definitiva, por primera, y desgraciadamente última vez, es feliz. 

Pero esta felicidad se truncará en el momento en que La Criatura quiera dar, de forma lógica y natural, un paso más. Lleva dentro esa necesidad imperiosa de ser aceptado, de compartir sus vivencias y sentimientos con alguien más, de ser uno más de la sociedad que le rodea.

A fuerza de observar durante tanto tiempo el comportamiento de la familia, sabe que hay ciertos momentos en que el anciano se queda solo en casa, mientras los hijos están fuera realizando sus tareas. Por lo tanto decide aprovechar uno de estos momentos para presentarse en la casa del anciano haciéndose pasar por un transeúnte de paso. Al estar ciego el anciano, éste no podrá asustarse de su aspecto. Cuando se haya ganado la confianza del anciano será más fácil que sea admitido por el resto de la familia.



El anciano recibe a La Criatura con toda la amabilidad y hospitalidad del mundo, invitándolo a tomar asiento en la mesa, iniciándose una conversación entre ambos. La Criatura cuenta al anciano su propia historia, su situación, pero en tercera persona, para calibrar las reacciones del anciano. Le habla de que tiene un amigo que es muy buena persona pero que no es admitido por la sociedad, etcétera, etcétera.

Pero La Criatura tendrá un fallo de cálculo y es sorprendido por los hijos, todavía en compañía del anciano, cuando estos regresan a casa. Los jóvenes, ante la presencia de semejante ser junto a su padre, en el interior de su hogar, piensan inmediatamente que se trata de un monstruoso intruso que pretende hacer daño a su padre o a ellos mismos.

Se producirá una situación terrible, de caos y desorden, que no podrá terminar nada más que con la huida precipitada de La Criatura, quien tendrá que abandonar, para siempre, la entrañable compañía de la familia, aunque fuera sin contacto directo, y el tugurio que se había convertido en su humilde hogar.

El destino final de La Criatura será el de estar, siempre, apartado de la sociedad, oculto a la vista de los demás, infeliz en su solitaria y triste existencia. Como última solución propondrá a su creador una propuesta (no quiero describirla con detalle para no cometer un spoiler, por si alguien que lea estas líneas no ha leído la novela y estuviera interesado) que le permitiría aceptar ese retiro voluntario.

Pero la negativa de su creador será la chispa que provocará su ira, llevándole a un comportamiento de búsqueda de la venganza definitiva y, por ende, a una huida permanente para evitar ser alcanzado por su creador, ya que éste último, siendo consciente de la abominable creación, según su punto de vista, que ha introducido en la sociedad, la cual estará en constante peligro mientras La Criatura viva, dedicará sus últimos días a la persecución de la misma.

En definitiva, un ser bondadoso, sin maldad ni malicia ninguna, que tiene el infortunio de ser creado de una manera grotesca, sin la más mínima consideración estética, abandonado a su suerte en una sociedad que no le va a permitir la más mínima oportunidad de integración o comprensión.

Un personaje maravilloso, inmortal e imperecedero, que por muchos años que pasen, décadas o siglos, mientras la humanidad tenga la posibilidad y capacidad de leer, sea en el formato que sea, provocará que miles de lectores lo acojan en un huequito de sus corazones.







 






6 comentarios:

  1. Hola Antonio, me parece una sección muy original y apropiada para el blog.
    Este personaje que ahora eliges es una maravilla, como ya te comenté en otra entrada, recuerda a muchos otros personajes de la literatura, sus cualidades, me refiero, y es que tendemos a juzgar por el exterior y lo importante siempre es el interior, característica principal de este personaje. Muy buena entrada y artículo.
    Un abrazo. :)

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    1. Gracias Merche. La verdad es que es un personaje maravilloso, como decía al final de la entrada, a mi, al menos, me ha conquistado el corazón. Gracias por tu interesante comentario.
      Un abrazo!

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  2. ¡Hola, Antonio! La Criatura es un mito de tantas cosas... Recuerdo que de niño me parecía un monstruo cuando vi la película, la escena en la que ahoga a esa niña. Más mayor y maduro, logré ver otra cosa. Vi al ser que estaba jugando con cosas bellísimas como las margaritas, y cuando estas se terminaron solo quedaba algo tan bello como ellas, la niña. Una escena brutal que, me parece, no aparece en la novela, pero que resume mucho del personaje. Sin duda que aquella velada en Villa Diodati de los Shelley con Lord Byron y Polidori fue de esos momentos mágicos de la Literatura Universal. Excelente artículo. Un abrazo!

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    1. Gracias David! Efectivamente, la escena de las margaritas con la niña no aparece en la novela, pero es una escena maravillosa, muy tierna. Sin duda, la inspiración que tuvo la autora durante aquellos días vacacionales fue un verdadero y magnífico milagro.
      Un abrazo!

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  3. Hola, Antonio, He leido "Frankenstein o el moderno Prometeo" y realmente no puedo estar más de acuerdo contigo. La criatura tiene buenos sentimientos, no es malvada por principio, son los ojos de los humanos los que la ven así y como consecuencia actúan con brutalidad contra ella. El primero, su creador, el padre, que la rechaza y quiere hacerla desaparecer.
    ¡Qué gran obra nos dejó Mary Shelley! Sus bellísimas descripciones, la fuerza creativa tanto de los personajes como de la naturaleza, que se levantan de las páginas y los ves caminando por los lugares que describe y la psicología de los personajes, buenos o malos según sea su aspecto exterior. Esto está a la orden del día en nuestras vidas.
    Es tanto lo que ofrece esta obra, por eso la considero una de las grandes de la Litratura Unversal, un libro de cabecera para volver a él pasado un tiempo.
    Un abrazo, Antonio.

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    1. Pues totalmente de acuerdo María Pilar, poco más cabe añadir. Agradecerte que hayas leído la entrada y tu fantástico comentario.
      Un abrazo!

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