El viejo zapatero
EL
VIEJO ZAPATERO
El anciano se encuentra detrás
del mostrador de su vieja zapatería, vieja porque lleva haciendo lo mismo los
últimos cuarenta años de su vida.
El establecimiento ocupa un
trocito de uno de los laterales de Time Square, entre Broadway y la Séptima
Avenida, en la ciudad de Nueva York. Podríamos considerar que se trata de un
pequeño comercio de barrio que ofrece una doble opinión entre las personas que
pudieran fijarse en él. Por un lado, desentona entre la modernidad que había
adquirido la zona en las última décadas y el aluvión de tiendas de última
generación de las más variadas y sofisticadas franquicias. Por otro lado,
aporta un toque pintoresco al conjunto de la zona, se podría pensar, incluso,
que su aspecto de comercio de mediados del siglo pasado pudiera ser resultado
de modernas ideas decorativas buscando un aspecto “vintage”.
El señor Robson no tiene mucho
trabajo. La gente ya no arregla los zapatos, si tienen necesidad compran unos
nuevos. Si incluso hay gente, sobre todo mujeres, que coleccionan zapatos…
¡cómo han cambiado los tiempos!
Además, la tiendecita está
situada en una zona en la que no predomina la proliferación de familias. La
mayoría de edificios de las manzanas adyacentes están dedicados a oficinas,
despachos profesionales y bufetes de abogados.
Pero al anciano no parece
importarle. Pasa la jornada manteniendo limpia la tienda, ordenando los
productos de las estanterías y los expositores, y leyendo novelas. Siempre tiene
un libro entre manos, es un lector voraz, por fortuna todavía goza de una vista
excelente.
Entre las pocas visitas que
recibe la tienda hay una que se produce con una cierta regularidad. Cada quince
días, una vez al mes, cada dos meses, depende. Normalmente son hombres, en
ocasiones alguna mujer, eso sí, siempre bien trajeados, de aspecto impecable,
como la mayoría de los transeúntes de la zona.
Le dejan un par de zapatos. El
anciano, una vez se han marchado, cierra las persianas que cubren el escaparate
y la puerta de la tienda y coloca el cartel de cerrado. A nadie le sorprende
encontrar la tienda cerrada, fuera la hora que fuese, seguro que piensan que está
cerrada definitivamente.
Entonces, con la seguridad de
que nadie puede verlo desde el exterior, el señor Robson se dirige de nuevo al
mostrador y pulsa un diminuto interruptor situado debajo del mismo, apenas
imperceptible, con la idea de que nadie pudiera localizarlo salvo él mismo. La
pared del fondo de la pequeña tienda comenzaba a deslizarse, a través de un
complejo mecanismo, dejando a la vista un segundo habitáculo provisto de la más
moderna tecnología: monitores de última generación, las más avanzadas unidades
CPU, escáneres, monitorización de cámaras de seguridad situadas por toda la
manzana, teléfonos vía satélite, etc.
El anciano toma los zapatos
que le han dejado, les quita las tapas de los tacones y extrae un diminuto
microfilm. Algunas cosas nunca cambian, afortunadamente, piensa siempre que
realiza esta operación.
Lo que si había cambiado mucho
desde hacía muchos años era el trabajo que tiene que realizar a continuación,
nada que ver con la época en la que fue reclutado. Introduce el microfilm en
uno de los sofisticados aparatos para poder extraer la información.
Posteriormente utiliza algunos de los poderosos y carísimos programas
informáticos para encriptar y codificar convenientemente la información
obtenida. Si todo marcha bien, como suele ser habitual, después de unas pocas
horas de trabajo toda la información encriptada habrá sido enviada a Moscú.
Finalizada la tarea, el señor
Robson vuelve a la parte delantera del establecimiento que, una vez colocada la
pared correspondiente en su lugar, vuelve a mostrar su imagen habitual. Se sienta
en su vieja silla, detrás del mostrador, y de nuevo se sumerge en las
maravillosas aventuras que le proporcionan sus novelas, a la espera de la
entrada de algún improbable cliente.
Cuando llega la hora del
cierre, cuelga su delantal en el perchero, se pone su abrigo y se cala el
sombrero, apaga las luces de la tienda, se asegura de que esta queda bien
cerrada y se dirige a la estación del metro.
Después de realizar un
transbordo llega a su hogar, en el distrito de Queens. Vive en un apartamento
de clase media con la familia de su hija, compuesta por su yerno y por el hijo
de ambos, Bobby, de diez años de edad.
Le han repetido varias veces que
no tiene necesidad de continuar con la tienda, con los desplazamientos, con las
horas tan tardías de regresar a casa…pero él les pone la excusa de que, si la
cerrara, si se quedara en casa, ésta se le vendría encima, no sabría qué hacer,
se aburriría.
Después de cenar todos juntos,
en familia, y ver un ratito la televisión, es hora de que Bobby se vaya a
dormir. Al día siguiente tendrá que madrugar para ir al colegio.
Su abuelo siempre le acompaña,
a Bobby le gusta que su abuelo le lea antes de quedarse dormido. Casualmente le
gustan las novelas de espías, pero que tengan mucha acción: disparos,
persecuciones, saltos, peleas; en definitiva, como las películas que suele
inventar la industria del cine.
Cuando Bobby se queda dormido
su abuelo le besa en la frente y le susurra: si supieras como es verdaderamente
la vida de los espías…
879 palabras
Tintero de Oro Junio 2023
Hola Antonio, anda con el viejete Robson, típico de las novelas de espías, nadie es lo que aparenta ser. Muy bien contado. Un abrazo. :)
ResponderEliminarGracias Merche. Un abrazo!
EliminarHola, Antonio. Muchas gracias por participar!!!
ResponderEliminarEs un placer, Bruno. Gracias a vosotros por el trabajo de organización. Un saludo!
EliminarSi estoy de acuerdo, la mayoria de espias son gente con un trabajo y vidas rutinarias. Lejos del glamour de Ian Flemming... por eso yo desconfio del cartero y del lechero. Buen relato, bien narrado, que tengas muchos exitos en el tintero.
ResponderEliminarGracias José, por leer el relato y por tu comentario.
EliminarUn saludo!
Efectivamente lo que le dice el abuelo al nieto suele ser verdad. El mundo de los espías, llenos de peligros y aventuras es más rutinario de lo que nos podríamos imaginar ¿Pero y si no?
ResponderEliminarLo que es cierto es que como dije en el comentario a otro compañero: En el juego del espionaje, nadie parece ser quién realmente es. El arte del engaño.
Abrazo y mucha suerte.
Gracias Francisco, por leer el relato y por tu comentario. Coincido contigo.
EliminarUn abrazo!
Por cierto, me quedo por aquí como seguidor... Para espiar lo que escribas.
ResponderEliminarOtro saludo.
Paso a hacer lo mismo con tu blog. Nos leemos.
EliminarSaludos!
Parecía alguien apegado a una actividad olvidada, pero era un especialista en tecnología avanzada, usada para el espionaje.
ResponderEliminarUn disfraz tan perfecto que su familia desconoce su verdadera actividad.
Bien contado.
Muchas gracias, por leer el relato y por tu comentario.
EliminarUn saludo!
Menuda sorpresa se llevará la familia el día que falte el abuelo y quieran vender el local!! Quizás los elementos de última tecnología le sirvan a Bob para comenzar su carrera. Me ha encantado. Ojalá sigas publicando en el Tintero, te seguiré leyendo. Un saludo.
ResponderEliminarGracias Juana, por leer el relato y por tu comentario. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn saludo!
Extraordinario relato, Antonio. Me ha encantado. Consciente de que el reto de este mes va de espías, he intuido que esa zapatería fuera de tiempo y de lugar era una tapadera, pero no habria sabido por dónde empezar a destaparla. Me ha parecido una historia de lo mas brillante. Felicidades.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Muchas gracias Estrella, por leer el relato y por tu amable comentario. Me encanta que te haya gustado. Efectivamente, la zapatería no era más que una tapadera, el punto de contacto para que le pasaran la información.
EliminarUn abrazo!
Excelente. Me ha encantado. Enhorabuena, y suerte.
ResponderEliminarGracias Guille. Un saludo!
EliminarHola Antonio. Desde luego nadie podría sospechar de ese anciano de vida discreta y desprovista de lujos y con un negocio para ir tirando, aparentemente más preocupado por que su nieto llegue a tiempo al colegio que por las cosas mundanas. Pero las apariencias engañan y las cosas no siempre son lo que parecen. Una tapadera brillante, sin duda. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Jorge, por leer el relato y por tu comentario, viniendo, además, por alguien tan galardonado como tú. Lo he visto en tu blog al entrar para hacerme seguidor, agradeciéndote así que tu lo hayas hecho con el mío. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo!
Hola, Antonio, tal como has localizado al zapatero, conociendo la zona de Manhattan, me parecía imposible. Pero claro, con el giro que da el relato es una idea genial para que nadie sospeche. Gran relato, Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias María Pilar, me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo!
Sencillamente genial! Tu relato y el personaje del viejo señor Robson me he enamorado! Con tu descripción minuciosa en la tienda y sus quehaceres, me lo he imaginado perfectamente! Ja, ja! Mucha suerte en el concurso y un abrazote!
ResponderEliminarGracias Marifelita, por leer el relato y por tu amable comentario. Me alegro de que te haya gustado, esa era mi idea.
EliminarUn abrazo!
Hola Antonio, una historia magnifica, me ha gustado mucho la mezcla, lo oculto, la magia, lo escondido y a la vez lo cotidiano. Enhorabuena, suerte en el concurso y un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Ainhoa. Me alegro de que te haya gustado, suerte para vosotros también.
EliminarUn abrazo.
Fantástico, Antonio. Qué bien has recreado esa tiendecita ya algo anacrónica y las rutinas del zapatero. Un personaje que enamora y que rompe el cliché de los espías. El tono de la narración me ha gustado mucho y la dualidad que vive el protagonista está muy bien reflejada. Una historia genial.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marta, por tu reconfortante comentario. Me alegro mucho de que te haya gustado, lo que señalas en el comentario es lo que iba buscando precisamente. Un saludo!
EliminarHola Antonio. No hay edad establecida para jugar a esto de los espías. ¡Quién se hubiera imaginado que el viejo señor Robson, del cual me he enamorado por su tienda y por su afición, sería un experto en últimas tecnologías!
ResponderEliminarMe encantó tu relato. Un abrazo de Marlen.
Muchas gracias Marlen, me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo!
Un relato muy original, me encantó realmente, quién hubiera imaginado que ese anciano zapatero era un espía, muy bueno.
ResponderEliminarSaludos.
PATRICIA F.
Muchas gracias Patricia, me alegro de que te haya gustado. Gracias por leerlo y comentar.
EliminarUn saludo!
Hola Antonio, ¡vaya con el viejo zapatero! Las apariencias engañan y ... mucho. Has creado un personaje muy interesante con esa doble vida. Un gran aporte para el concurso, te deseo mucha suerte. Abrazos.
ResponderEliminarMuchas gracias Ana, por leerlo y por tu amable comentario. Un abrazo!
EliminarUna perfecta trapadera, la de la vieja zapatería al mando de la cual está un no menos viejo zapatero remendón. Quién va a sospechar de una imagen tan amable. Pero todos sabemos que las apariencias engañan, sobre todo en el mundo del espionaje.
ResponderEliminarUna narración impecable de principio a fin. Me ha encantado.
Un saludo.
Muchas gracias Josep María, por leer el relato y por tu amable comentario. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn saludo!
La vida secreta es indispensable para un buen espía. Y en tu historia, un agente del FSB. Hoy por hoy, siguen activos y están en todas partes. El mundo cambia, pero hay profesiones que no desaparecen. Enhorabuena y mucha suerte con el relato.
ResponderEliminarMuchas gracias por leer el relato y comentar. Un saludo!
EliminarAL principio he pensado que la visita mensual era la de los de Don Piso, para ofrecerle un pastizal por el local; seguro que esa tambien se produce pero no viene a a cuento en la historia. Este es un caso de ocultarse a plena vista, en que el espia no se camufla imitando al entorno, sino aportando una imagen tan discorde con su alrededor que nadie sospecharia de él. ESta muy bien construido, resulta un personaje entrañable, aunque es un esbirro de Puttin. este no es muy malvado por sus acciones, pero en geneal me encantan los personajes "malos" que caen simpaticos-
ResponderEliminarabarzo y suerte en el concurso
Muchas gracias por leer el relato y por tu comentario. Quería, precisamente, crear un personaje que, aunque pueda que lleve a cabo unas meras acciones intermedias, también son necesarios en el mundo del espionaje, fuera del estereotipo de fabulosos agentes "doble cero".
EliminarUn abrazo!
Hola, Antonio. Un relato tan que pone una gran dosis de realidad a la vida que tenemos pensada, idealizada más bien, de lo que viene siendo un espía. Me ha gustado mucho el estilo, y la manera de afrontarlo, con ese final das una vuelta de tuerca. Un relato realmente magnífico.
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias Pepe por tu comentario. Me alegro mucho de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo!
Hola Antonio, el espía malo es un viejo zapatero que sobrevive en uno de esos negocios entrañables de barrio. Quien lo va a imaginar. Es la clave de pasar desapercibido como espía y demás muy ingenioso como se ha puesto al día con la tecnología. El que no se adapta, desaparece, es una buena moraleja para tu historia. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias por haber leído el relato y por el comentario. Todos los "eslabones de la cadena" son necesarios en el mundo del espionaje. No todo van a ser super agentes "tipo 00".
EliminarUn abrazo!
Entrañable personaje, sin duda. Y también excelente en su trabajo, ya que nadie se imagina ni por asomo lo que se cuece en esa olvidada zapatería. Mucha suerte en el concurso, Antonio. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Pedro, por leer el relato y por tu comentario.
EliminarUn abrazo!
Hola Antonio muy bueno tu relato, con ese anciano zapatero que lleva esa doble vida, y con ese final tan tierno.
ResponderEliminarMuy bien contado. Un abrazo y suerte en el concurso
Puri
Muchas gracias Puri, por leer el relato y por tu comentario. Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo!
Hola Antonio, el zapatero y su tienda me parecen entrañables, quizás el oficio de espía tenga más de artesanía que de acción. Muy buenas tus descripciones. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Lola! Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo!
Hola de nuevo, Antonio. La vida del espía no será interesante pero tu relato sí lo es. Has recreado la tienda donde se desarrolla la acción a la perfección así como a nuestro personaje, un espía de lo más entrañable.
ResponderEliminarQue tengas mucha suerte en el concurso.
Muchas gracias Bruno! Un saludo.
EliminarMe ha encantado el afable zapatero y gran abuelo. Ahora oueden llevar microchips esos zapatos. Ayayayay quién le reemplazará cuando el anciano muera...
ResponderEliminarMuchas gracias por leer el relato y por tu comentario. Cuando el zapatero falte puede que "pongan" a otro anciano, ya que es posible que la tienda pertenezca a la organización y no al anciano, como su familia seguro que cree.
EliminarUn saludo!
Hola, Antonio. Como bien nos muestras en tu relato no todos los espías son personajes de acción, también los hay entrañables que pasan desapercibidos. Los tiempos están cambiando y cuando se traspase la zapatería con esa trastienda tan relevante a ver que negocio montan acorde a la época actual y que pase tan desapercibido como el anterior, por el lugar yo diría que un bar tipo Cheers así también podrían tener un punto de encuentro entre agencias. 😂
ResponderEliminarSaludos y suerte. 😎👍
Muchas gracias por leer el relato y por el comentario. No es mala solución la que propones cuando llegue el momento de clausurar la zapatería. Por cierto, agradecerte también que te hayas hecho seguidor del blog, paso a realizar lo mismo en el tuyo.
EliminarSaludos!
Hola, Antonio. Me ha encantado tu relato, emotivo y muy original. Nada de florituras hollywoodienses. Y al hilo de algún comentario anterior, me he acordado del zapatófono que usaba aquel súperagente 86 que me encantaba de peque. Tal vez el señor Robson se lo haya arreglado...
ResponderEliminarUn saludo y suerte en el concurso.
Hola, me alegro de que te haya gustado. Gracias por leerlo y comentar. Un "zapatófono" también utilizaba un agente secreto que nos "pilla" más cercano...Anacleto.
EliminarUn saludo!
Qué personaje el señor Robson, Antonio.
ResponderEliminarEstá muy bien dibujado y nos muestra a un entrañable viejecito que no podría vivir sin sus microfilms.
Un fuerte abrazo :-)
Gracias Miguel Ángel por leer el relato y comentar.
EliminarUn abrazo!
Hola, Antonio. Me encantó. Tiene un tono nostálgico que va muy bien al personaje.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Mirna por leerlo y por tu comentario.
EliminarUn abrazo!
Que bonito final. Entrañable. Un relato que me ha encantado. Suerte y un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Nuria! Un abrazo.
EliminarAmén de lo ya comentado, me quedo con una derivada. En algunos han calificado al personaje de malo. ¿Acaso hay buenos y malos en las historias de espionaje? Depende de hasta donde queramos tensar las tesis de Maquiavelo, porque Bond, por ejemplo, tiene licencia para matar. Matar sin juicio, sin criterio, y a veces casi sin motivo. Y ejerce esa libertad sin ningún tipo de remordimientos. ¿Y todavía le consideramos "bueno", solo porque unicamente mata a los que nos presentan como "malos"?
ResponderEliminarTu personaje es un hombre afable y familiar que tiene una actividad clandestina en ese establecimiento que usa como tapadera. ¿Lo hace por maldad, o a lo mejor solo por dinero, o quizás porque cree en unos ideales, o tal vez solo porque el piensa que es su trabajo? ¿En que lo diferencia de James Bond? ¿Es mejor o peor que él cuando, además, este viejo no parece haber matado una mosca en su vida (por su mano, se entiende)?
Tal vez por esto se agradecen tanto personajes como el tuyo, o como el general ruso de "El puente de los espías", soberbiamente caracterizado y que engloba todo un universo de estoicismo cada vez que dice "¿Ayudaría?".
Enhorabuena por este texto tan "no de espias", por huir del maniqueismo, por cargarlo de descripciones en un género que tanto demanda acción y por darle una oportunidad a esa parte de la humanidad que también le susurra a sus nietos.
Un abrazo.
Gracias Isra, por leer el relato y por tu interesante comentario. Efectivamente, más que presentar un relato de "no espías", quería presentar uno de esos eslabones que trabajan en la sombra, sin realizar ningún tipo de acciones "de película", espectaculares, y que sin embargo son también totalmente necesarios en el entramado del espionaje.
EliminarEn cuanto a lo de "malos y buenos" llevas toda la razón, ¿quién es bueno o quién es malo?, pues depende de quien cuente la historia. Esto se ve muy bien, por ejemplo, en las películas de guerras. Si la película es estadounidense siempre son malos los japoneses, y estos hicieron toda clase de barbaridades. Pues si los soldados japoneses cometieron barbaridades, seguro que los estadounidenses los cometerían, algunos, en Japón o Vietnam.
Un abrazo!
Cuantos espías encubiertos estarán por allí, zapateros, panaderos, alfareros y párese de contar , como el caso del abuelo.Un trabajo que tiene que ser más cuidadoso, y cautela porque la vida peligra todo el tiempo. Suerte y abrazos desde Venezuela. Me ha gustado tu relato.
ResponderEliminarMuchas gracias Raquel, me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo!
Buen relato, y muy pertinente para esos muchos espías que trabajan encubiertos como el caso del abuelo. Suerte en el concurso. Abrazos desde Venezuela.
ResponderEliminarHola Antonio, menuda sorpresa nos da el abuelo!!! Bien contado. Suerte!!
ResponderEliminarGracias María José, saludos!
Eliminar¡Felicidades Antonio!
ResponderEliminarMuchas gracias!
EliminarEnhorabuena, Antonio.
ResponderEliminarLa originalidad del relato obtuvo su premio. me alegro por ti.
Abrazoo
Muchas gracias por la felicitación.
EliminarUn abrazo!
Hola Antonio, felicidades por ese primer Tintero de Oro. Un abrazo!
ResponderEliminarGracias Jorge...otro para ti!
Eliminar¡Felicidades por tu primer Oro!
ResponderEliminarEs un cuento precioso.
Un abrazo :)
Muchas gracias por la felicitación...un abrazo!
EliminarAntonio, felicidades por ese Tinterazo! A disfrutarlo que bien te lo mereciste.
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias Pepe, por tu visita y por tu amable felicitación. La verdad es que estoy muy contento.
EliminarUn abrazo!
Hola, Antonio. Muchas felicidades por ese flamante Tintero de Oro. Mi enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Pedro. Un abrazo!
EliminarMe ha encantado esta historia misteriosa. Aplausos
ResponderEliminarGracias Amaia, me alegro mucho.
EliminarUn saludo!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Antonio, pero mucho, como has descrito el escenario del entorno de la tienda, y la tienda, (un personaje más la zapatería), una “extraña ave del paraíso”, un David frente al Goliath, anacrónico comercio en el bullicioso, moderno y ajetreado entre Brodway y la Sétima Avenida. Solo con eso nos haces querible la zapatería, pero además al anciano y su ya inútil negocio donde existe la cultura del usar y tirar. No casa ni el viejo ni la vieja tienda, y sin embargo, precisamente por eso resulta tan atractivo el relato. Captas la atención del lector (la mía como lectora) solo con la presentación, y dan ganas de seguir leyendo… y también nos preguntamos…¿un relato de espías…?
Y sí, un potente relato desarrollado en la trastienda de la zapatería. Ahora que ya todos han leído tu historia puedo hacer spoiler 😊
Demuestras, Antonio, que una historia de espías no tiene porqué ser fría y carecer de humanidad.
No he leído aún el resto de los relatos, pero desde luego, es una buena historia. Felicitaciones por el Tintero de Oro, compañero.
Muchas gracias Tara, por tu visita y por estas bonitas palabras. Esa era mi intención, salirme del estilo de los típicos relatos de espías "tipo 007", repletos de peleas, persecuciones, gadgets, seducciones, etc. Sin ir más lejos, como las películas que le gustaban al nieto, precisamente.
EliminarUn saludo!