Encender una hoguera, Jack London
Jack London (probablemente nacido como John Griffith Chaney) (San Francisco, 12 de enero de 1876 - California, 22 de noviembre de 1916) fue un novelista y cuentista estadounidense, de obra muy popular, en la que figuran clásicos como La llamada de la selva (1903) o Colmillo blanco (1906).
Llevó a su culminación la aventura romántica y la narración realista de historias en las que el ser humano se enfrenta, dramáticamente, a su supervivencia. Algunos de sus títulos alcanzaron difusión universal.
Su obra fundamental se desarrolla en la frontera de Alaska, donde aún era posible vivir heroicamente bajo las férreas leyes de la naturaleza y del propio hombre librado a sus instintos casi salvajes. Otra parte de su literatura tiene, sin embargo, como escenario las cálidas islas de los Mares del Sur.
En 1900 publicó una colección de relatos titulada El hijo del lobo, que le proporcionó un gran éxito popular, y a partir de la publicación, en 1903, de La llamada de la selva, y el Lobo de mar en 1904, se convirtió en uno de los autores más vendidos y famosos de Estados Unidos.
Sus cuentos breves son obras maestras, que impusieron un estilo en una época en la que el género prácticamente nacía. Textos de gran plasticidad, estructura dramática y emoción contenida, en los que los personajes siempre están al borde de las posibilidades límites, vencidos por el frío, los animales u otros hombres.
Encender una hoguera es una perfecta representación de todo lo expuesto. Se trata de un extraordinario relato que narra las peripecias de un explorador a través de un inhóspito paraje de nieve y hielo, acompañado de su perro fiel.
El hombre forma parte de un grupo de exploradores. Él, y su perro, se encuentran solos porque se desviaron de la ruta seguida por sus compañeros con el fin de realizar ciertas comprobaciones necesarias para sus estudios.
La narración comienza siendo las primeras horas de la mañana, con un planteamiento perfectamente calculado por el protagonista. A saber, llegar sobre las doce y media de la mañana a una bifurcación de senderos importante y, sobre las seis de la tarde, según sus cálculos, llegar hasta la cabaña donde ya estarían esperando sus compañeros.
A destacar la espectacular descripción que hace del paisaje el autor. Sentimos que vamos acompañando al protagonista, codo con codo, por esas vastas y casi infinitas llanuras de nieve y hielo. También, de manera magistral, London nos cuenta como el extremo frío (varias decenas de grados bajo cero) va produciendo estragos en el físico del protagonista. Primero de forma natural ("bozal de hielo en la barba") y, más adelante, los síntomas propios de la congelación de pies y manos principalmente.
Si te gustó tanto, debo leerlo lo más pronto posible
ResponderEliminarGracias, Kinga, por la visita. Al menos a mi me gustó mucho, por las razones que explico en la entrada. Espero que a ti también.
EliminarUn saludo.
Vaya relato, Antonio. Como indicas, tienes la sensación de que estás allí presente, sintiendo lo que padece el protagonista, casi hasta en desenlace.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :-)
Es brutal, me atrevería a decir, Miguel Ángel. Hay que ser un genio para conseguir que el lector, solamente leyendo y con su imaginación, pueda, como bien dices, casi "congelarse" en este caso.
EliminarGracias por la visita.
Un abrazo!
Lo tengo pendiente.
ResponderEliminarTe gustará. Gracias por la visita!
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