El compañero de cena
Afrontamos el VadeReto correspondiente al mes de octubre, El cumpleaños, organizado y propuesto por José Antonio Sánchez en su blog Acervo de letras.
El relato tiene que estar ambientado en torno a esta fecha tan significativa o, como dice José Antonio, traumática, según el caso...
Os dejo con mi propuesta, espero que os guste:
EL COMPAÑERO DE CENA
Daniel era una persona solitaria, podríamos decir, pero no por su carácter o por su forma de ser, sino por las circunstancias de la vida. Era hijo único y sus padres habían fallecido en el transcurso de los últimos cuatro años.
Apenas tenía amigos, algunos conocidos de su época de la facultad, pero nadie con quien socializar o hacer planes, apenas tenía tiempo. Había pasado buena parte de los últimos años intentando finalizar la carrera de Derecho, se lo había prometido a sus padres, estaban muy ilusionados, afortunadamente pudo acabarla, no sin mucho esfuerzo, antes de que se fueran.
Después había dedicado todo su tiempo a la ingente labor de buscar un empleo. Incansablemente se recorrió toda la ciudad, una y otra vez según pudiera ir actualizándolos con algún logro nuevo, entregando currículums en cualquier despacho o empresa que pudieran admitírselos.
Actualmente compatibilizaba dos precarios empleos, como repartidor de lunes a viernes, y como empleado en una franquicia de hamburguesas los fines de semana, para ir consiguiendo algo de dinero que le permitiera, esa era su esperanza, además de pagar los gastos habituales, ahorrar un poco para poder reunir una cantidad que le permitiera hacer algún curso para mejorar su curriculum.
Se despertó la mañana del 17 de febrero, día de su cumpleaños. Casualmente tenía el día libre, se lo habían concedido en la empresa de reparto, ya que tenía que acudir a realizarse unos análisis. Daniel siempre pensaba que el cumpleaños de cada persona solo es una vez al año, que todas las personas deberían tener ese día libre trabajaran en lo que trabajaran.
Pero el despertar de esa mañana no fue un despertar normal, algo le daba vueltas en la cabeza. Hacía pocos días había visto por televisión aquella película, no recordaba el nombre, en la que se invitaba a cenar, por motivo de la Navidad, a unos pobres en una determinada casa.
Sin saber muy bien porqué, salió a la calle con esa imagen en la cabeza. ¿Y si invitara a alguien a casa para, además de realizar una buena labor social, tener algo de compañía? Pero según andaba por la ciudad, y veía algunos de los indigentes que, por desgracia, se encontraban pidiendo en plena calle, se iba disipando esa idea..."eran cosas de películas o novelas", pensaba.
Cuando volvía a casa, avanzada ya la tarde, encontró a un anciano sentado en el suelo, junto a la puerta de un establecimiento. Inmediatamente le llamó la atención porque el anciano vestía un traje de chaqueta, corbata incluida, se veía un traje bastante usado y un poco sucio, pero en buenas condiciones generales. Desde luego, nada habitual en una persona que, presuntamente, esté en la indigencia.
El anciano estaba sentado con las piernas cruzadas y delante de él tenía una cajita de madera, totalmente vacía. Los transeúntes pasaban a su lado sin prestarle la menor atención, pero Daniel sintió una especie de atracción que le impulsó a acercarse.
—¿Se encuentra usted bien, señor, necesita algo?
—Nada joven, muchas gracias, estoy bien.
Aún habiendo pasado mucho tiempo, Daniel no se explica todavía que le llevó a dirigirse al anciano, inmediatamente, en aquellos términos.
—¿Querría usted acompañarme a casa? Le invito a cenar, es mi cumpleaños y no tengo con quien celebrarlo. De este modo no estaré solo.
—Pues con mucho gusto, por mi encantado.
Durante la cena, que resultó muy agradable, pues el anciano demostraba tener bastante cultura y variados temas de conversación, Daniel le puso en antecedentes sobre su actual situación de precariedad económica y laboral.
Dando la sensación de que el anciano no había prestado mucha atención a estos últimos aspectos personales de Daniel, de repente preguntó:
—Entonces, me imagino que hoy no habrás recibido ningún regalo, ¿me equivoco?
—No se equivoca, así es. Pero bueno, ya no le doy importancia, estoy acostumbrado.
—Bueno, nunca se sabe, Daniel. Lo mismo llegan cuando uno no los espere.
—Muchas gracias por intentar animarme, pero no creo. No lo creo. Estoy bien, de verdad.
La velada concluyó y el anciano se despidió agradeciendo a Daniel su hospitalidad. Éste, tremendamente satisfecho por la iniciativa que finalmente se atrevió a realizar, se dispuso a acostarse para poder madrugar al día siguiente.
Cuando despertó y echó un vistazo al móvil vio que tenía trece llamadas perdidas de un mismo número desconocido. ¿Cómo era posible? ¿Tantas llamadas a esa hora de la mañana?
Llamó inmediatamente y le contestaron de uno de los innumerables despachos de abogados donde había dejado curriculum. Se había producido una jubilación y le llamaban para saber si todavía estaba interesado.
Durante mucho tiempo después, siempre que iba o venía del despacho, o de cualquier otra actividad que tuviera que hacer, se fijaba en la gente que pedía en las calles. Le gustaría haber encontrado de nuevo al anciano...nunca sucedió.
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Hola Antonio, qué intriga, ¿era el anciano de la jubilación? En un principio pensé que era un millonario y le iba a dar dinero, pero lo del trabajo me descolocó o era un ángel disfrazado, jeje.
ResponderEliminarMuy bueno y qué triste estar solo en tu cumpleaños.
Un abrazo. 😊
Hola Merche,
EliminarParece que hubo cierta "conexión" entre la invitación que recibió el anciano y la posterior llamada para el trabajo. Gracias por la visita.
Un abrazo!
¡Hola!
ResponderEliminarNo esperaba para nada ese final (no sé por qué, esperaba que se tornara en algo turbio...). ¡Buen relato!
Nos vemos entre páginas
La vida de mi silencio
Muchas gracias, por la visita y por tu comentario.
EliminarUn saludo.
Hola, Antonio.
ResponderEliminarUn precioso y entrañable relato, muy adecuado para las fiestas que están por venir.
Todos pensaremos al leer tu historia que el anciano fue un ángel, un duende o el abogado jubilado que quiso dejar su puesto en buenas manos; sin embargo, creo que la moraleja es más sencilla: Cuando se hacen buenos actos, de buena fe y sin intereses, a veces, la vida te recompensa. Aquello que algunos llaman el Karma.
Puede que no sea cierto, pero necesitamos creerlo. Teniendo en cuenta las noticias que nos apabullan estos días, hacer el bien, dar amor y repudiar la violencia, deberían ser nuestras prioridades como personas. ¡Ojalá!
Me encantó tu relato y me llenó de positividad.
Muchísimas gracias por regalarlo al VadeReto.
Un Abrazo.
Hola José Antonio,
EliminarMuy de acuerdo con tus palabras, todos deberíamos regirnos por estos principios (lo cual, por desgracia, es utópico) y seguro que disfrutaríamos de una mejor sociedad. Pero también es importante que cada uno lo intentemos, que pongamos nuestro granito de arena. Gracias por la visita y el comentario, siempre es un placer poder participar en el VadeReto.
Un abrazo!
Hola Antonio, un relato muy positivo y agradable. Una buena acción que pudo haber generado buena energía y como resultado que llegara aquel trabajo. Todos deberíamos de ver un poquito más por el prójimo, viviríamos más felices y plenos. Me gustó mucho.
ResponderEliminarHola Ana,
EliminarAsí es, todos deberíamos hacer un esfuerzo, seguro que todo iría mejor. Gracias por la visita y el comentario, me alegro de que te gustara. Un saludo.
Excelente relato, me encantó leerte. ¡Besos!
ResponderEliminarGracias Marita, un beso!
EliminarDicen que es el karma. Si haces buenas acciones, recibes cosas positivas. No siempre es así, pero el solo hecho de hacer el bien, ya produce satisfacción. Lo otro es por añadidura.
ResponderEliminarHola Cristina, estoy muy de acuerdo con lo que comentas. Gracias por la visita.
EliminarUn saludo.
El ángel de la guarda apareció en el día más especial y cumplió su cometido! Cuidar de él y hacerle un regalazo! Un abrazote!
ResponderEliminarHola Marifelita,
EliminarBueno, efectivamente podríamos considerarlo así, ya lo creo. Gracias por la visita y el comentario.
Un abrazo.
Hola
ResponderEliminarUn relato fantástico, de principio a fin. Lo vas llevando poco a poco y lo acabas con un bonito final. Yo imaginaba, como dicen por algún comentario, que el anciano acabara siendo un millonario y que de alguna forma le ayudara. Como además le dice que los regalos pueden llegar cualquier día...
Mis alumnos dirían que ha sido el karma. Ellos no saben muy bien qué signfica pero yo siempre les insisto que la vida es como un boomerang que te devuelve lo que das.
Un saludo
Hola Jose,
EliminarMe alegro de que te haya gustado. En realidad no es ningún millonario, más bien, como dice Marifelita en el comentario justo anterior al tuyo, es un "ángel de la guarda". Al menos con esa intención lo escribí. Gracias por la visita y el comentario.
Un saludo.
¡Hola Antonio! Aunque en la vida real no pase a menudo, a veces realizar una buena acción puede traernos buenas noticias. Mantienes muy bien la intriga en el relato hasta el final, donde averiguamos que el protagonista al fin a encontrado una buena oportunidad de empleo.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola Rocío,
EliminarLa vida debería estar repleta de buenas acciones, pero no es así, desgraciadamente. Me alegro de que te haya gustado. Gracias por la visita.
Un saludo.
¡Qué bonito, Antonio! Un cuento que desprende ternura y concluye con una moraleja preciosa. Me gusta esa elipsis final que deja a la imaginación lo que pudo haber sucedido. Muy buena historia.
ResponderEliminarGracias Marta, me alegro mucho de que te haya gustado. Gracias por la visita y tu comentario.
EliminarSaludos!
Muy bonita historia, Antonio, al anciano que pide en la calle le he puesto la cara de Clarence, el ángel de qué bello es vivir, por si sonaba la campanita.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu historia, una delicia leerla. Un abrazo!!
Hola Lola,
EliminarPues respecto a lo del ángel...por ahí "van los tiros", en cierta medida. Me alegro de que te haya gustado. Gracias por la visita y el comentario.
Un abrazo.