El hueco
Hace unos días escribí un relato, titulado "El hueco", para participar en una convocatoria tendente a escoger relatos para ser publicados en un futuro libro.
La premisa a seguir, según los organizadores de la convocatoria, era que el relato debía estar ambientado en un futuro distópico.
Era la primera vez que intentaba escribir algo sobre este tema y el resultado, un relato de casi mil quinientas palabras, me ha dejado, por lo menos a mi, satisfecho.
Supongo que no será seleccionado, pero si quería, siendo más importante para mi, compartirlo con vosotros.
De modo que os dejo con él a continuación...
EL HUECO
Los
funcionarios del CVL, Cuerpo de Vigilancia Literaria, terminaron su trabajo.
Eran cuatro, dirigidos por el que aparentaba tener más edad, quizás fuera el
más veterano, en cualquier caso, con modales bastante desagradables todos ellos.
Durante algo más de cuarenta minutos habían
registrado, concienzudamente, el apartamento de Ethan Gaunt, al que le pareció
que habían tardado una eternidad, a pesar de estar acostumbrado. Cada cierto
tiempo, con una frecuencia mayor que otros ciudadanos, por lo que él había
averiguado, recibía la incomoda visita del CVL. Seguramente estaría en la lista
de “sospechosos”, confeccionada por el nuevo régimen.
Estamos
en el año 2100, un cambio de siglo siempre es bien recibido por la ciudadanía,
es un momento único para aquellos que tienen la oportunidad de vivirlo. Se
crean nuevas expectativas, positivas en casi todos los casos. Sin embargo, en
esta ocasión, los acontecimientos han sido diferentes.
Un régimen totalitario, recientemente
creado, auspiciado por un grupo de oligarcas que lo dirigen en la sombra, se ha
hecho con el control del país. Utilizaron, como suele ser habitual en estos
casos, los recursos del Ejército y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad,
valiéndose de ciertos altos mandos afines enormemente recompensados a
posteriori.
El objetivo de estos explotadores
dictatoriales era someter a toda la población para beneficio propio. Se
eliminaron de raíz todos los derechos y libertades de los ciudadanos. Se
estableció una gran lista de reglas y normas que indicaban, y ordenaban, que
estaba permitido hacer y que no estaba permitido.
Las generaciones actuales, todos los que
estuvieran en edad y condiciones para trabajar, lo harían para beneficio del
régimen. Las generaciones de más edad, que ya no podían trabajar, o cualquiera
de la anterior que tampoco pudiera hacerlo, por el motivo que fuera, eran
ingresados forzosamente en las denominadas, eufemísticamente, “Residencias de
Descanso”, en las que, curiosamente, todos los días se producían una serie de
fallecimientos, de los que el régimen no daba explicaciones, con el fin de
aligerar la masa de personas no productivas.
Las generaciones futuras eran
convenientemente adoctrinadas y adiestradas, mediante exhaustivos programas
escolares y de formación, con la finalidad de ir amoldando sus personalidades
para que comulgaran, desde edades tempranas, con el pensamiento único impuesto.
Desde luego, como suele ocurrir en estos
casos, una de las principales restricciones era el acceso a la información y a
la cultura en general, a través de cualquier medio que pudiera ser utilizado.
Por supuesto, había dejado de existir
Internet y las redes sociales. Todas las multinacionales tecnológicas habían
desaparecido, así como cualquier rastro de empresas privadas, fueran del sector
que fueran. Silicon Valley era ahora un erial abandonado.
El único canal de televisión existente
actualmente emitía un sucedáneo de informativo, tres veces al día, facilitando
a la población los contenidos que se consideraban más convenientes. El resto
del día, salvo entre las cero y las siete horas, que no había programación
alguna, los ciudadanos podían contemplar algunos insulsos programas
autorizados, salvo que estuvieran trabajando, claro.
En cuanto a la letra impresa, habían
desaparecido todos los puntos de venta de periódicos y revistas, de hecho,
tampoco existían empresas o grupos de comunicación que pudieran editarlas. Solo
habían determinados puntos de venta oficiales donde se podía adquirir “El Conocimiento”,
el rimbombante título que el régimen había puesto al único periódico del país.
Uno de los productos más temidos y
perseguidos por el régimen eran los libros, ya fuera en formato físico o
digital. De ahí la creación del Cuerpo de Vigilancia Literaria. Estaba
terminantemente prohibido poseer cualquier tipo de libro. Cualquier ciudadano
al que se le requisara un libro, era condenado, de forma inmediata y sin juicio
alguno, por supuesto, a varios años de reclusión penal.
Al régimen le preocupaba, y horrorizaba,
sobremanera, que cualquier tipo de libro pudiera estar circulando
clandestinamente entre la población. Los libros, además de entretener, eran fuentes
valiosísimas de información, de conocimientos. Era el peor instrumento que
podía estar en manos de aquellos a quienes había que someter.
Tres de los cuatro funcionarios se dedicaron
a escudriñar, meticulosamente, todos los rincones del apartamento de Ethan.
Mientras, el que parecía dirigir el grupo, rastreaba electrónicamente en busca de
cualquier señal que indicara la presencia de algún libro en cualquier formato
diferente al tradicional.
Una vez se hubieran marchado, Ethan respiró
aliviado. Por más que estuviera acostumbrado a los intempestivos registros,
siempre se le hacía un nudo en el estómago pensando en que cualquier día
pudieran encontrar “el hueco”, pero no estaba dispuesto a renunciar a él.
Era todo lo que tenían, todo lo que les
quedaba. El último vestigio, el último recuerdo de aquellos años pasados que,
de momento, parecía no iban a regresar. Aquellos años en los que podían
disfrutar de las libertades más elementales.
“El hueco” era de difícil acceso para Ethan,
por eso los funcionarios no eran capaces de encontrarlo. Tenía que
desatornillar y desmontar uno de los armarios de la cocina, solía no tenerlo
muy lleno de objetos para que la operación no resultara todavía más tediosa, y
después, una vez desmontado y colocado en el suelo, picar la masilla que fijaba
uno de los azulejos a la pared para extraer éste y dejar a la vista “el hueco”.
Era entonces cuando podía acceder a la única
bocanada de libertad que podía disfrutar. Era entonces cuando podía sacar del
hueco el libro que estuviera leyendo en ese momento.
Solo podía disfrutar de estas lecturas
clandestinas durante determinados días cada cierto tiempo. En base a la
experiencia adquirida, Ethan tenía calculados, siempre aproximadamente, el
número de días que tardaban los funcionarios del CVL en personarse de nuevo en
su domicilio.
Cuando consideraba que faltaban pocos días
para una nueva inspección, volvía a dejar el libro en el hueco, volvía a fijar
con masilla el azulejo a la pared, y volvía a montar y atornillar el armario de
la cocina.
Era una forma de actuar con cierto riesgo,
sin duda. Los funcionarios podían presentarse antes del tiempo calculado, por
ejemplo. Pero no estaba dispuesto a renunciar a la única ilusión que le quedaba
en la vida.
Las calles estaban controladas con cámaras
de videovigilancia, además de estar establecido el “toque de queda”. Nada que
no pudiera evitarse con cierta práctica y cautela. De tal modo que Ethan salió
de su apartamento, pasadas las once de la noche, y deslizándose hábilmente
entre las zonas más oscuras, junto al aprovechamiento de los pocos ángulos
muertos que ofrecían las cámaras, llegó a una de las tapiadas bocas de metro
que habían existido en la ciudad.
El servicio de metro también había sido
clausurado con la llegada del régimen. Es cierto que podrían haber controlado
todo el sistema de estaciones y paradas, incluso el interior de los trenes,
para saber que hacía en todo momento la ciudadanía, pero decidieron cerrarlo,
tapiar todos los accesos, y obligar a los ciudadanos a desplazarse por la
superficie de la ciudad, totalmente a la vista del “gran hermano” que lo
controlaba todo.
Pero el grupo de Ethan había conseguido
crear un acceso oculto en una de las entradas del antiguo metro, un acceso que
aprovechaba uno de los pequeños ángulos muertos que quedaban sin vigilancia
videográfica.
Ethan accedió a la estación clausurada y se
encontró con algunos de sus compañeros del Club de Los Académicos, como le
gustaban llamarse. No era un grupo muy numeroso, solían oscilar entre quince y
veinte miembros, reuniéndose con una frecuencia de una vez cada quince días,
generalmente.
Era un grupo variopinto, de hombres y
mujeres con edades muy distintas, que podían abarcar desde los veintipocos años
hasta algo más de setenta. Sus orígenes también eran variados, así como su
antigua posición social, antes de que el régimen los igualara a todos.
Estas reuniones eran el único momento en que
podían sentirse seres humanos libres, autónomos, personas, en definitiva. El
motivo principal de la creación del grupo y de las reuniones era el intercambio
de libros gracias a un fondo que consiguieron salvar, y ocultar debidamente,
antes de la creación de la temible CVL.
Intercambiaban lecturas, comentaban las
mismas, como si se tratara de alguno de los clubes literarios que acostumbraban
a existir antes de que todo ocurriera. Aprovechaban, también, para hablar o
tratar diversos temas ajenos a la literatura. Aprovechaban para relacionarse,
para sentirse vivos durante unos instantes cada mes.
Eran personas diferentes, si, cada una con
su pasado y sus vicisitudes, con sus propias y únicas experiencias vividas, en
mayor o menor medida en función de los años transcurridos, pero con tres cosas
en común…
Su deseo ferviente de no perder por completo
su libertad, su amor por la literatura…y que cada una de ellas tenía en su
domicilio, como un importantísimo tesoro oculto de la antigüedad, su “hueco”
correspondiente.
¡Hola, Antonio! Madre mía, tu relato da miedo, no poder leer sería lo peor que podría pasarme. Y más que un futuro, se parece al pasado, no haber redes sociales ni nada, definitivamente no evolucionamos los seres humanos, sino que involucionamos, una pena. Está muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Hola Merche,
EliminarEfectivamente este nuevo régimen instalado quería tener un control absoluto sobre la población, de ahí el motivo de coartar libertades y servicios, tratando de instaurar una sociedad más parecida a las del pasado. Gracias por tu visita y el comentario.
Un abrazo!
Muy buen relato, me recuerda los regímenes comunistas y me preocupa que en la actualidad existen. Felicidades.
ResponderEliminarMe alegra de que te haya gustado. Gracias por la visita y el comentario.
EliminarUn saludo.
Hay que conservar ese hueco con celo y que el enemigo no lo descubra. Bradbury asentiría.
ResponderEliminarAsí es, es lo único que tienen. Gracias por la visita y el comentario.
EliminarUn saludo.
Hola Antonio, menuda historia!!! El pobreEthan Gaunt, lo que debía sufrir cada vez que accedía al "hueco". El grupo de los Académicos sin duda se arriesgaban, pero les merecía la pena antes de perder el privilegio de leer un libro. Muy bueno. Yo participé en una convocatoria de un mundo distópico y tuve la gran suerte de ser seleccionada y publicada en la antología. Te deseo mucha suerte, el relato las merece. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Nuria.
EliminarMe alegro de que te haya gustado, gracias por la visita y el comentario.
Un abrazo.
Tu relato muestra rasgos de la sociedad actual, una realidad que parece ir arrinconando el espíritu libre de los seres humanos intentando cambiarlo por una especie de sentir común que beneficie, como siempre, tan solo a unos pocos. La historia se repite siglo a siglo.
ResponderEliminarEnhorabuena!
Muchas gracias Marcos, gracias por tu visita y el comentario.
EliminarUn saludo.
¡Hola! Me encanta el ambiente distópico y todo lo relacionado con la distopía, gracias por compartir este maravilloso relato. Un abrazo ❤️
ResponderEliminarPosdata: te sigo y dejo mi blog por si te quieres pasar: http://aborboletaturquesa.blogspot.com/
Hola Carolina,
EliminarMe alegro de que te haya gustado, muchas gracias por tu visita y el comentario. Gracias también por hacerte seguidora, ahora mismo visito tu blog para añadirlo a los que sigo, claro que si.
Nos leemos!
Me encanto! la emoción y la libertad que da leer muy bien representada
ResponderEliminarMe alegro Miguel, gracias por la visita y el comentario.
EliminarUn saludo.
Hola, Antonio.
ResponderEliminarTu relato me ha provocado escalofríos, no tanto por una historia que remite a regímenes totalitarios del pasado siglo, sino por la deriva que estamos viviendo en estos años: reivindicación y dignificación de algunos totalitarismos, populismos extremos en muchos países tradicionalmente democráticos, conflictos bélicos…
Enhorabuena.
Un fuerte abrazo :-)
Hola Miguel Ángel,
EliminarDesgraciadamente tienes bastante razón en todo lo que comentas, veremos a ver que futuro se le presenta a nuestros hijos, o a nosotros en un espacio de tiempo más cercano. Gracias por la visita.
Un abrazo!